La ontología y la metafísica de kant
No cabe duda de que Kant supone una radical transformación de aquella filosofía
primera que un día quiso constituir Aristóteles. Se trataba, verdaderamente, de una
constitución; pero no había de ser la única. En este sentido, Kant representa un hito
irrenunciable para quien quiera reflexionar sobre la metafísica como problema y sobre
el problema de la metafísica.
Entre los dos grandes pensadores a los que me acabo de referir –Aristóteles y Kant–
media demasiado más de lo que cabría recoger aquí. Basta con considerar la distancia
(no sólo cronológica sino cultural, histórica y filosófica) que los separa, para percatarse
de todos los cabos sueltos, tan imprescindibles, que habría que haber atado: la
implantación del cristianismo como cultura en occidente; el Renacimiento, con el auge
de las ciencias matemáticas y experimentales; el cartesianismo como nueva concepción
del mundo y de la razón son algunos de los hitos que no se pueden ignorar; pero no me
puedo detener en una valoración de su importancia y consecuencias. Tendrá que bastar
con el acercamiento provisional al desarrollo de la metafísica desde Suárez hasta Wolff
y Baumgarten. Aunque la referencia a estos últimos pensadores pueda resultar
insuficiente, no se puede ignorar su influencia en el pensamiento kantiano que
representa, en definitiva, la influencia de Leibniz 1 .
En concreto quizá haya que tener en cuenta el primado otorgado a la posibilidad sobre
la realidad. Se trata de un movimiento que tiene una larga historia: Duns Scoto, y antes
también Avicena 2 , centró sus reflexiones sobre el concepto de lo puramente ente, que él
entendía como abstracto y unívoco. Así se inició una tendencia, como ha señalado
Gilson, que llevaba a prescindir de la realidad efectiva de las cosas –por decirlo con
terminología kantiana–, de su existencia. En efecto, aunque ésta sea algo que se puede
conocer en el objeto, no es necesario que le convenga actualmente al objeto en cuanto
que cognoscible —“existentia non est per se ratio obiecti, ut scibile est”
3
—. Así, lo que
importaba era la inteligibilidad del ente: su relación, por tanto, con el entendimiento. En
Wolff permanece operativo el primado de la posibilidad y es en este sentido en el que se
puede afirmar que no se puede entender a Kant sin Wolff 4
. En efecto, Wolff separa la
ontología de la metafísica especial y concibe la filosofía como una ciencia de las cosas
posibles en cuanto posibles, así mismo, deduce el contenido de nuestro conocimiento
conforme a su inteligibilidad no contradictoria (partiendo de primeros conceptos y
axiomas). Todo esto pesa sobre Kant, impidiéndole a negar la viabilidad de la metafísica
especial.
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